lunes, 18 de agosto de 2014

Misterios gozosos


 
Buscar la beatitud es una confortante obligación

 
Los seres humanos despiertos viven en paz y gozo, se manifiestan como si hubiesen sido curados del espanto y de las preocupaciones de la vida. Así sean monjes -de cualquier denominación-, alquimistas, artistas o de cualquier otra raza, clase o condición, parecen haber sido transformados por una experiencia de revelación que extirpa el miedo y la limitación de sus vidas. Han visto la verdad, les ha impregnado su aroma y se han redimido.

Bajo las alas de mi sombrero y trotando por los vastos caminos del mundo mis ojos han visto seres de diversos tamaños, colores y pelajes; sin embargo como una constante es que los iluminados –o los que parecen serlo- son seres valientes y autogestivos. A las almas inquietas les da por buscar y es un hecho que el que busca, encuentra. Buscar supone querer encontrar algo, que o bien se necesita por su importancia o se desea por su conveniencia.
Es mucha la atención y la energía que se dedica a “irla pasando” y parece que nos olvidamos de hacer un alto en el camino, de revisar el mapa y confirmar que vamos en la ruta correcta para alcanzar el destino deseado. ¿Por qué? ¿Por qué lo importante parece dejarse a un lado, mientras que la costumbre, la rutina intrascendente parecen imponerse?
Veo con asombro que los seres humanos realmente le tenemos miedo –cuando no pavor- al éxito. Tenemos terror de nuestra propia grandeza, nos espanta, nos amenaza tener que enfrentarnos a ella.

También he podido apreciar como algo invariable en los seres que han tenido una expansión de su conciencia, que viven en paz; viven instalados en un gozoso estado de bienestar; es como si ya hubiesen visto el final de la película y este les ha sido altamente satisfactorio y confortante.
Historias conocemos de personas que han sido declaradas clínicamente muertas y que sin embargo han regresado de esa experiencia con una paz inalterable. Yo me pregunto: ¿Por qué entonces la mayoría del género humano vive en el miedo, en la preocupación, en la limitación y en el drama? ¿Por qué escogemos en muchos casos ser víctimas? ¿Por qué no sentir pasión y una gran alegría por enfrentar y llevar a cabo la magnífica aventura de la vida? ¿Por qué olvidamos nuestra inicial espontaneidad y natural alegría de cuando éramos niños? ¡Qué precio tan caro el de claudicar y entrar –adoctrinados- en el molde creado para nosotros por nuestra actual sociedad!

Te invito a reflexionar sobre la conveniencia de tomar definitivamente las riendas de tu vida, y así, vibrar y sentir correr la sangre por tus venas en cada paso; en cada decisión y en cada acción que emprendes. Te darás cuenta de que estas vivo y sentirás la necesidad de llevar la existencia a plenitud, de beber hasta la última gota de cada momento y experiencia posible. Entonces te harás aficionado al gozo, al vivir intenso, a la plenitud de la vida.

De niño me enseñaron que los misterios gozosos eran sólo cinco, hoy se que son infinitos. Sé que cada instante es –nos conviene que así lo sea- un bendito misterio gozoso, concatenado con el siguiente en el eterno ahora.
¿Qué tal vivir en el feliz asombro constante? ¿Qué nos lo impide? Sólo lo impide poner el centro de nuestra vida fuera de nosotros mismos, en las manos y decisiones de otros, solamente eso puede impedirlo.

Cierra tus ojos, imagina la vida que deseas, tócala en tu imaginación, disfruta con cada aspecto de tu bendita creación, asume que es tuya, asume que es posible, dala por hecha. ¡Goza intensamente tu acto de creación! Entonces relájate confiado, pues a partir de ahí el universo hará su trabajo y te entregará tu regalo concreto. ¿No lo crees? ¿Es fantasía? ¿Qué tal si lo intentas? Hazlo aunque sea sólo por diversión, como quien visita la tienda de una gitana en una kermés cualquiera, nada pierdes y tienes todo por ganar.

Sí, parece que el gozo como estado continuo de bienestar, es la palabra o acción mágica a la que atiende solícito el universo. Después de todo parece ser verdad que la magia y los milagros son cosa de todos los días si nosotros no los evitamos con nuestra incredulidad y nuestras preocupaciones. Aparentemente sí hay un genio dentro de la botella que desea complacernos, sólo que al crecer aceptamos dejar de creer en los cuentos para creer en la realidad que otros nos imponen como la única y la verdadera. Sí hay magos y hechiceros, nosotros mismos somos los grandes magos capaces de transformar nuestra actual realidad en el mundo de maravilla que deseamos.

Estoy dedicando mi vida a gozar los misterios y a volver a creer en los milagros, en la magia, en la belleza, en la abundancia y en el continuo bienestar; que es nuestro natural estado, si permitimos que así sea.

Estoy brincando a un mundo hermoso en donde veo más allá de las etiquetas aprendidas a los seres humanos que están a mi lado, y encuentro que ellos son yo mismo jugando a sus diversos personajes. Y así soy panadero, vaquero, comerciante, delegado, chofer, alfarero, cocinero, paletero y sobador entre muchos otros oficios. Encuentro que todos están interesados en los demás y desean servirles por medio de su acción y su talento. Que vibran gozosamente (¡feliz misterio resuelto!) con su arte y con su oficio. ¿Dónde está entonces el mundo que no funciona?

Sí, todo es un gozoso misterio que conviene vivir y develar. Te invito a esta develación de los misterios gozosos. ¿Aceptas mi invitación? Venga pues y se bienvenido a esta maravillosa experiencia, descorchemos el vino y sirvamos las viandas; ¡brindemos por el resplandor de la alegría! ¡Comencemos el gozo!
 

Autor: Fernando Jorge García Asomoza.