Buscar la beatitud
es una confortante obligación
Los seres humanos despiertos viven en paz y gozo, se
manifiestan como si hubiesen sido curados del espanto y de las preocupaciones
de la vida. Así sean monjes -de cualquier denominación-, alquimistas, artistas
o de cualquier otra raza, clase o condición, parecen haber sido transformados
por una experiencia de revelación que extirpa el miedo y la limitación de sus
vidas. Han visto la verdad, les ha impregnado su aroma y se han redimido.
Bajo las alas de mi sombrero y trotando por los
vastos caminos del mundo mis ojos han visto seres de diversos tamaños, colores
y pelajes; sin embargo como una constante es que los iluminados –o los que
parecen serlo- son seres valientes y autogestivos. A las almas inquietas les da
por buscar y es un hecho que el que busca, encuentra. Buscar supone querer
encontrar algo, que o bien se necesita por su importancia o se desea por su
conveniencia.
Es mucha la atención y la energía que se dedica a
“irla pasando” y parece que nos olvidamos de hacer un alto en el camino, de revisar
el mapa y confirmar que vamos en la ruta correcta para alcanzar el destino
deseado. ¿Por qué? ¿Por qué lo importante parece dejarse a un lado, mientras
que la costumbre, la rutina intrascendente parecen imponerse?
Veo con asombro que los seres humanos realmente le
tenemos miedo –cuando no pavor- al éxito. Tenemos terror de nuestra propia
grandeza, nos espanta, nos amenaza tener que enfrentarnos a ella.
También he podido apreciar como algo invariable en los
seres que han tenido una expansión de su conciencia, que viven en paz; viven
instalados en un gozoso estado de bienestar; es como si ya hubiesen visto el
final de la película y este les ha sido altamente satisfactorio y confortante.
Historias conocemos de personas que han sido
declaradas clínicamente muertas y que sin embargo han regresado de esa
experiencia con una paz inalterable. Yo me pregunto: ¿Por qué entonces la
mayoría del género humano vive en el miedo, en la preocupación, en la
limitación y en el drama? ¿Por qué escogemos en muchos casos ser víctimas? ¿Por
qué no sentir pasión y una gran alegría por enfrentar y llevar a cabo la magnífica
aventura de la vida? ¿Por qué olvidamos nuestra inicial espontaneidad y natural
alegría de cuando éramos niños? ¡Qué precio tan caro el de claudicar y entrar –adoctrinados-
en el molde creado para nosotros por nuestra actual sociedad!
Te invito a reflexionar sobre la conveniencia de
tomar definitivamente las riendas de tu vida, y así, vibrar y sentir correr la
sangre por tus venas en cada paso; en cada decisión y en cada acción que
emprendes. Te darás cuenta de que estas vivo y sentirás la necesidad de llevar
la existencia a plenitud, de beber hasta la última gota de cada momento y
experiencia posible. Entonces te harás aficionado al gozo, al vivir intenso, a
la plenitud de la vida.
De niño me enseñaron que los misterios gozosos eran
sólo cinco, hoy se que son infinitos. Sé que cada instante es –nos conviene que
así lo sea- un bendito misterio gozoso, concatenado con el siguiente en el
eterno ahora.
¿Qué tal vivir en el feliz asombro constante? ¿Qué
nos lo impide? Sólo lo impide poner el centro de nuestra vida fuera de nosotros
mismos, en las manos y decisiones de otros, solamente eso puede impedirlo.
Cierra tus ojos, imagina la vida que deseas, tócala
en tu imaginación, disfruta con cada aspecto de tu bendita creación, asume que
es tuya, asume que es posible, dala por hecha. ¡Goza intensamente tu acto de
creación! Entonces relájate confiado, pues a partir de ahí el universo hará su
trabajo y te entregará tu regalo concreto. ¿No lo crees? ¿Es fantasía? ¿Qué tal
si lo intentas? Hazlo aunque sea sólo por diversión, como quien visita la
tienda de una gitana en una kermés cualquiera, nada pierdes y tienes todo por
ganar.
Sí, parece que el gozo como estado continuo de
bienestar, es la palabra o acción mágica a la que atiende solícito el universo.
Después de todo parece ser verdad que la magia y los milagros son cosa de todos
los días si nosotros no los evitamos con nuestra incredulidad y nuestras
preocupaciones. Aparentemente sí hay un genio dentro de la botella que desea
complacernos, sólo que al crecer aceptamos dejar de creer en los cuentos para
creer en la realidad que otros nos imponen como la única y la verdadera. Sí hay
magos y hechiceros, nosotros mismos somos los grandes magos capaces de
transformar nuestra actual realidad en el mundo de maravilla que deseamos.
Estoy dedicando mi vida a gozar los misterios y a
volver a creer en los milagros, en la magia, en la belleza, en la abundancia y en
el continuo bienestar; que es nuestro natural estado, si permitimos que así
sea.
Estoy brincando a un mundo hermoso en donde veo más
allá de las etiquetas aprendidas a los seres humanos que están a mi lado, y
encuentro que ellos son yo mismo jugando a sus diversos personajes. Y así soy
panadero, vaquero, comerciante, delegado, chofer, alfarero, cocinero, paletero y
sobador entre muchos otros oficios. Encuentro que todos están interesados en
los demás y desean servirles por medio de su acción y su talento. Que vibran
gozosamente (¡feliz misterio resuelto!) con su arte y con su oficio. ¿Dónde
está entonces el mundo que no funciona?
Sí, todo es un gozoso misterio que conviene vivir y
develar. Te invito a esta develación de los misterios gozosos. ¿Aceptas mi
invitación? Venga pues y se bienvenido a esta maravillosa experiencia,
descorchemos el vino y sirvamos las viandas; ¡brindemos por el resplandor de la
alegría! ¡Comencemos el gozo!