Todo
es pretexto para el gozo pleno
Sam llegó a la tercera dimensión terrestre con su
disfraz de perro una gélida Nochebuena, en medio de una lluvia pertinaz que
regaba a la bravía tierra ixtlahuacana. Desde ese momento, y en esas
circunstancias comenzó su magisterio. Seguramente es una reencarnación de
Anubis el dios egipcio que en forma de perro vigila la noche galáctica, algo
así definitivamente debe ser, pues es grande su sabiduría y muy fuerte su
mensaje.
Su diaria cátedra es insistente y puntualiza: No tomes la vida en serio, se trata
realmente sólo de un juego; un magnífico juego, involúcrate despreocupada y
felizmente en él. ¡Gózalo!
Sam vive la vida como llega, siempre observa y está
atenta a lo que ocurre a su alrededor. Lo mismo al vuelo de las garzas, de los
patos, de las mariposas o de las abejas. Igual corretea a un conejo, que a una
ardilla o a una lagartija. Le discute lo mismo a una víbora que a un alacrán,
para ella no hay libros prescritos con los que espantarse o cotejar la
realidad, sólo enfrentarse a ella y vivirla; es una especie de Juan sin Miedo.
No peca de tonta –por aquello de que: no
hay más valiente que un pendejo- y sabe acercarse a la escena con cautela y
asechar con arte de buen cazador. En su sangre seguramente circula todo lo
necesario para ser la artista que nos demuestra ser.
Con gran naturalidad toma una siesta a la hora que
le apetece, no está pendiente del reloj, ni de los cánones o tradiciones;
simplemente duerme y nada más. Los ruidos y olores relacionados con la cocina
le hacen estar pendiente de que se despache oportunamente su plato, más cuando
sabe que es objeto de muchas atenciones y apapachos entre los cuales están los
del carnicero que puntualmente le envía su rica dotación de huesos.
Corre alegremente bajo la lluvia, sale
despreocupadamente a la calle, traba relación con los vecinos (a veces con dentelladas
incluidas, cuando alguno siente que se meten en su plato); las señoras vacas y
los señores caballos son sus preferidos y los que más le llaman la atención. Su
linaje parece tener registros de perro de muestra y bien lo hace al ir sacando
una buena variedad de animales de sus escondrijos y madrigueras a lo largo del
paseo matinal o vespertino.
Cuando una espina se clava en alguna de sus patas
dedica la debida atención a tratar de quitarla… Vuelve a ser una perrita
afortunada, pues sus amos que están amorosamente pendientes de ella notan su
molestia y entran al quite para revisar su chasis y toda la carrocería en busca
de anomalías, retirando la espina, la hormiga o la garrapata; dejándola
nuevamente lista para la acción.
La gran Maestra Sam imparte sus clases para todo público,
acepta a quien lo desee como alumno. Para asimilar sus enseñanzas sólo se
requiere una mente abierta y un corazón sensible, dispuestos para aprender de
lo sencillo y de lo evidente.
Sam pone énfasis en la capacidad de disfrutarlo
todo. Cada momento y cada acción son completos, y lo más importante; se
involucra totalmente en lo que hace. Así, cuando roe huesos o masca palos su
emoción se deja sentir; o bien por un gruñido franco, o por un emocionado
chillido con el cual “echa la loa”,
transmitiendo en ello su pasión por lo que realiza.
Al despertarse hace sus rutinas de yoga, se estira
alargando sus patas delanteras (que así parecen ser de pato) y después estira
las patas traseras en una posición casi idéntica a la de: “La Cobra”; misma que hacia mi mamá cuando emulaba a los yoguis de
la India.
No la he visto apuntar en una agenda o ver fotos
del pasado. Vive al día y vive el día, verdaderamente lo hace. Si siente
comezón o un animal le pica, se rasca o se lame. Si tiene sed toma agua, si
tiene frio se echa al sol; si lo que quiere es refrescarse busca la sombra, el
pasto o la hierba fresca. A veces se va a echar encima del cilantro que con
mucho esfuerzo y cuidados ha sembrado y cultivado Lourdes. Nos recuerda que la
travesura añade sazón a la vida y continuamente nos la condimenta… ¡Sí! Sabe también
ser cabrona, como dicen en su tierra.
Para esto de las travesuras Sam se las trae bien
puestas. Le encanta rondar los basureros y catar lo que se le antoja, si lo
considera conveniente se lo lleva y lo mastica haciéndolo trizas, para luego
diseminarlo por el jardín.
También su estirpe tiene rastro de hortelanos, pues
es buena para las labores de la tierra, -quiero decir para rascarla- para hacer
grandes hoyos como si fuese Regente de la Ciudad de México que hace
ampliaciones a las líneas del metro. Revisa a su leal saber y entender los
cultivos que con esmero se han llevado a cabo en la casa, y si algo no está a
la altura de sus expectativas; sencillamente lo elimina por la vía de
arrancarlo y mascarlo. Hemos pensado seriamente en asignarle el puesto de
Gerente de Producción en una fábrica de purés o de papillas, bien la haría ahí.
Tiene gran afición por los tapetes, lo mismo admira
y masca un tapete persa, que se pone como capucha de monja una borrega sintética.
Cree que las pantuflas son algo así como conejos
con lógica vida propia, por lo que es frecuente que se les abalance a mordiscos
a la menor provocación.
Saborea las agujetas de los zapatos como si fuesen fideos
al dente. En cuanto a interrumpir este festín, no admite un: ¡no!
La relación que tiene con el Abuelo es entrañable,
espera todos los días ansiosa su salida a la terraza y lo colma de fiestas y de
bailes. Está bien pagada -pues él la quiere mucho- y esto se lo hace saber de
mil formas; entre las que más agradece Sam están las constantes botanas y
golosinas de las que le hace partícipe.
Su expresiva mirada me inquiere constantemente para
animarme a la conexión con la alegría vital, y cuando mi respuesta no es
inmediata; con su gran sabiduría y Amor logra provocar en mi una profunda
reflexión que me hace decidir por unirme a su natural bienestar.
¡Definitivamente Sam es una consumada Maestra! Yo
soy muy afortunado por tenerla a mi lado y aprovechar sus importantes lecciones.
Autor: Fernando
Jorge García Asomoza