viernes, 7 de noviembre de 2014

Todos la mueven bien


A su manera cada uno hace la tarea


Gira el mundo, gira en el espacio infinito…” Dice la letra de una bella canción, y en su giro va el conglomerado humano desarrollando cada uno el papel que se ha autoadjudicado en la obra que se desarrolla en su mente.

Desde la percepción de cada uno los demás parecen equivocarse y violentar el mundo al hacer las cosas en sentido contrario a lo debido. ¿A lo debido? ¿Bajo qué criterio? ¿De acuerdo al código de quién? La verdad es que en el escenario del drama humano todos nos colgamos medallas y etiquetas -unos a otros- de todo tipo, algo que visto desde afuera es necesariamente simpático. “Ese es un ladrón.” “Este tipo es un cínico.” “Es una cuatro letras.” Y así es fácil pensar y sentir que los demás están equivocados y estorban el sano desarrollo de la vida feliz, tal cual nosotros –cada uno- creemos que debe de ser. Esto proporciona un caldo multisabor que nadie desea tragarse, muy claro queda. Realmente, bien vista la cosa, es glorioso entender que nadie se equivoca al desarrollar su papel; pues hace lo que hace porque cree que es lo correcto y/o le conviene. Unos dan pretexto a los otros para sacar lo mejor de sí mismos, de esta manera los “malos” dan a los “buenos” (siempre yo soy el bueno y los demás son los malos, desde luego) la oportunidad de lucir su generosidad y su heroísmo; en realidad todos nos damos -los unos a los otros- la capacidad de superar la adversidad, de conocer nuestros infinitos recursos personales y de crecer como individuos. De hecho estamos hablando de un juego con reglas cósmicas –casi siempre no comprendido- de evolución que nos permite adelantar en conciencia personal y colectiva. ¿Raro? ¿Un juego loco o depravado? No parece, pues todo indica que cada uno de nosotros compró voluntariamente su boleto para esta timba.

¡No es justo! ¡No pueden tener perdón de Dios! Así sentimos hervir la sangre cuando recibimos lo que notamos como una agresión o un abuso, sin embargo nuestra percepción está afectada por nuestro miedo y nuestra inconsciencia de lo que somos y podemos; si nos centramos en nosotros mismos. Al ceder nuestro poder y buscar una supuesta protección fuera de nosotros, nos volvemos necesariamente vulnerables y dispuestos a atacar antes de recibir un primer golpe. Ahí parece comenzar todo el desorden. Se conoce la historia de seres que se han reconocido invulnerables, y por lo mismo pueden andar libres y seguros por el mundo con sólo sus sandalias y su túnica.    

¿En verdad no hay malos y buenos? No, no los hay. Esos pertenecen solamente al ámbito de las películas y de las obras de teatro, en donde el autor ha dado específicamente esos papeles a cada personaje. En la vida diaria de este mundo que gira en el espacio sin fin, cada uno es más allá de juicios y etiquetas. Otra cosa es lo que nos han querido hacer creer y nosotros hemos aceptado entender así. Medita sobre esto y veras matices de colores que nunca antes has visto. Encontrarás una brisa fresca y una música suave en lo que parecía el fragor de la batalla.  

Y usted amigo, ¿en qué la mueve?


Autor: Fernando Jorge García Asomoza.
 
 
 
Ixtlahuacán de los Membrillos, Jalisco.