El bosque, lugar en
donde acostumbran vivir los duendes es hermoso, es un universo completo. Es
grande, alto, solemne, lleno de vida y de misterios...
En una ocasión
varios duendes celebraban una reunión en un claro escondido del bosque. Una
cascada cristalina cantaba para que no oyeran los demás su interesante plática
y al convertirse en río, llenaba generosa sus vasos para refrescarlos. Esto
sucedía así porque los duendes son seres muy listos y tienen muchos amigos.
La culpa del desorden es del tiempo, porque va muy
deprisa... Dijo uno.
¡No! Te equivocas, yo tengo muy bien estudiado el caso
y la culpa del desorden es del viento, porque se distrae y no sopla cuando
debe... Dijo otro.
¡Boberías! Dijo un tercero malhumorado y algo cansado.
La culpa de todo el desorden la tiene el corazón, porque todo lo desea. En el
deseo desmedido del corazón esta el desorden.
¡Ahaa!
¡Uhmm! Exclamaron los demás duendes
ahí reunidos.
¡Tienes razón!
Dijo el duende que tenia la barba más larga. ¡Definitivamente, tienes razón!
Autor: Fernando Jorge García Asomoza