Se nos olvida nuestra sabiduría innata
Cuando nacimos éramos como una hoja de papel en blanco. Pero nos comenzaron a educar –más bien nos entrenaron- nuestros queridos Papás y como si eso no fuese suficiente nos llevaron a la escuela.
La educación que hemos recibido –dependiendo de nuestro entorno y cultura- nos limita y ha definitivamente alterado nuestro estado natural de ser. En la mayor parte de los casos ha impuesto frenos a nuestra sana curiosidad, a nuestra imaginación, a nuestra creatividad, a la necesidad de experimentarlo todo y de buscar nuestras propias soluciones; las que nuestro corazón nos dicta. ¿Cómo? ¿Hacerle caso al corazón antes que a la mente? Eso es para las mujeres y para los espíritus románticos, en todas las decisiones importantes de la vida debemos dar una respuesta racional; eso nos aconseja lo aprendido en el adoctrinamiento recibido.
Resulta que aceptamos un bagaje “civilizatorio” que nos marca y nos condiciona en nuestro diario vivir. En lo cultural, en lo religioso, en lo político, en lo económico, en lo científico y en lo filosófico hemos recibido dogmas indigeribles que configuran nuestro marco de referencia, que determinan nuestras creencias. Y así, se nos insta a ir a la guerra para defender a la patria o a la bandera, “¡…hasta alcanzar la gloria o perder la vida!” A esos niveles llegamos con la educación recibida.
Se nos ha inoculado con las ideas convenientes al poder hegemónico en turno.
¿Qué hacer entonces? Quizá lo más conveniente sea desaprender. Sí, regresar a nuestro interior para conocernos. Para saber: ¿Quiénes somos? ¿Qué deseamos? ¿Cuál es nuestra misión en la vida? Para reescribir nuestro propio código de conducta, nuestra propia carta de navegación. Si honestamente busco la verdad, voy a encontrarla. Mi corazón, mi intuición, mis emociones son el conveniente detector. Me siento bien y me realizo cuando voy de acuerdo a mi esencia. No puedo engañarme a mí mismo –puedo intentarlo, eso sí-, pero tarde o temprano el malestar me convencerá de la conveniencia de ser íntegro y actuar en consecuencia.
Después del amaestramiento –perdón, de la educación- te dijeron que ya estabas listo para triunfar en la vida. Y tú… ¡Te la creíste! Y te fuiste a realizar todo conforme al manual de instrucciones que te dieron en la escuela, pero resultó que no funciona. Algo en tu interior te dice que en la mayor parte de las situaciones el código que te han impuesto te obliga a ir en sentido contrario a donde tú quieres llegar. Te obliga a hacer cosas que no te gustan y que te frustran en extremo. Y aparece la insatisfacción crónica.
¡Desaprende! Cuestiona lo aprendido, confróntalo con la verdad que late en tu interior y te nutre, con la verdad que te da vida y la mantiene sana.
¡Qué difícil es ir en contra de la corriente! Sí, es casi siempre heroico, pero es imprescindible si deseo realizarme como persona y llevar a cabo mi propio plan de vida.
¡Borrón y cuenta nueva! Reescribe el software que rige tu vida; así podrás vivir con libertad y en plenitud.
Autor: Fernando Jorge García Asomoza
Zapopan, Jalisco.
Creo que la racionalidad es una de las formas de conocer (todo lo real es racional; no todo lo racional es real). La otra es la fe, y no solo en el sentido religioso, sino en el sentido de creer algo que no nos ha sido sensible. Desde luego, esa otra fe, la nacida de la religiosidad inherente a la persona, esa religiosidad de la que no puede prescindir, la lleva a conocer lo que en muchas religiones es llamada la "verdad revelada". Aquí aplica aquello de que "ni tanto que queme al santo ni tan poco que no lo alumbre"; es decir, se conoce, se sabe, por varios canales; esto es ampliamente tratado por la Epistemología filosófica actual. Buen día.
ResponderEliminarCreo que uno de los "aprendizajes" mas daninos es el "respeto a la autoridad". Hay muchos autoridades que no merecen respeto, porque abusan su poder. Debemos aprender a apoyar a los buenos lideres, que llevan un liderazgo humanista, democratico, basado en valores de paz, justicia, libertad, seguridad, etc. Debemos aprender a frenar, cuestionar y faltar al respeto a las autoridades corruptas, que se aprovechan de su situación de poder, en donde siempre los encontramos.
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